Historia de Smaug y El hobbit
Smaug es un dragón creado por JRR Tolkien en su novela El hobbit. Seguro que eso ya lo sabías. No se conoce cuantos años vivió exactamente, ya que no se sabe cuando y donde nació. Su primera aparición en la Tierra Media fue en el año 2777 de la Tercera Edad.
Llegó de las tierras del Oeste hasta el gran reino de los enanos en Erebor, atraído por los tesoros que allí custodiaban sus habitantes. Tardó poco en destruir La Ciudad del Valle y apoderarse de los tesoros que allí habían. La Montaña Solitaria pasó a ser su hogar, donde cuidaba con celo de todo el oro y piedras preciosas que le había arrebatado a los enanos.
Allí vivió tranquilo durante casi 200 años. En el año 2941 de la T.E. un grupo de enanos y un hobbit ayudados por Gandalf el mago, irrumpieron en su guarida dispuestos a acabar con él. Pretendían recuperar la Montaña Solitaria y devolver los tesoros a sus verdaderos dueños: los enanos.

La muerte de Smaug
Después del intento de recuperar la Montaña Solitaria, Smaug culpó de ello a los habitantes de Esgaroth, la ciudad de Lago. Se dirigió hacia alli y lanzó fuego sobre todas las casas que encontró a su paso, destrozando la ciudad en poco tiempo. Los habitantes que sobrevivieron tuvieron que huir al Lago Largo. El plan de Smaug era justo ese: que murieran ahogados en sus aguas o abrasados por su fuego si intentaban salir.
Entre los supervivientes se encontraba un arquero llamado Bardo. Era muy hábil con su arco y tenía una puntería perfecta debido a la práctica. Un zorzal le avisó sobre el ataque de los enanos a La Montaña Solitaria, y también le susurró el punto débil de tan temido dragón: su estómago.

Bardo se armó de valor y temple y apuntó con calma al abdomen del ser mitológico. La flecha dió en el blanco y atravesó fácilmente la piel de esa zona adentrándose en el cuerpo del dragón. Smaug estaba herido de muerte. Gritaba y se retorcía de dolor sabiendo que habían acabado con él. Y así fue como Bardo se convirtió en leyenda por haber conseguido eliminar al temido dragón Smaug.
El dragón Smaug
Su nombre proviene del inglés antiguo y deriva de la palabra británica smeag, que significa gusano. Este era otro de los nombres con los que se conocía a los dragones del norte de la Tierra Media.
Smaug es un dragón rojo. El hobbit describe a Smaug como un ser de tamaño gigantesco, unos 20 metros, y con un enorme poder. Su tamaño le hacía tener la fuerza suficiente como para derribar edificios sin problemas. Tenía una alas poderosas y fuertes que le permitían desplazarse a grandes distancias en muy poco tiempo. Su cuerpo estaba cubierto de escamas rojas y duras, capaces de resistir cualquier ataque cuerpo a cuerpo. Ni las más afiladas espadas lograban hacer mella en Smaug.
Su punto débil era su estómago. Había pasado tantos años durmiendo sobre sus tesoros que estaba totalmente cubierto de piedras preciosas que le servían como coraza para posibles ataques. Solo el diestro Bardo con sus flechas supo ver un hueco entre ellas y atravesar su estómago y acabar con su vida.

Como todos los dragones rojos, Smaug era extremadamente inteligente, y también codicioso y ávaro. Defendía su guarida con celo, y era capaz de oler a cualquier que se acercara a ella. Su máximo poder estaba en el fuego que lanzaba. Unas llamaradas potentes capaces de llegar a largas distancias y destruir en segundos todo arrasado bajo sus llamas.
Smaug era un dragón arrogante, al que le gustaba presumir de su poder. Convencido de su gran fuerza se creía invencible. Confiaba en sí mismo excesivamente, lo cual le convertía en un ser presuntuoso. Su avaricia y ansias de poseer mas riquezas le llevaba a atacar ciudad sin preocuparse en hacer daño o no. Solo pensaba en acabar pronto para poder sumar nuevos tesoros a los que ya tenía.